Quiropodología
Parte de la Podología dedicada al diagnóstico y tratamiento de las dermatopatías y onicopatías que afectan a los pies como durezas, helomas, callosidades, úlceras, verrugas plantares, micosis, uñas encarnadas, uñas engrosadas, psoriasis ungueal, onicomicosis, mediante la aplicación de un conjunto de técnicas propias de la Podología. Su actividad básica es la quiropodia.
La quiropodia es un tratamiento podológico que se realiza para eliminar durezas, callosidades y alteraciones en las uñas de los pies, evitando que aumenten su gravedad con el tiempo y permitiendo al mismo tiempo una intrínseca revisión más exhaustiva, para detectar posibles enfermedades tales como hongos, papilomas, tumores y en cuyo caso proceder a la toma de la muestra correspondiente. La quiropodia básica comprende la deslaminación de hiperqueratosis, el corte y fresado de uñas terapéutico, la enucleación y tratamiento de helomas (callos), el fresado de talones y la hidratación y masaje.
¿Qué se esconde tras un callo?
Callo, ojo de pollo (perdiz, gallo), clavo, pincho, duricia, callosidad, son términos coloquiales para denominar lo que técnicamente conocemos como una hiperqueratosis.
La piel cuyo peso aproximado se estima en 4 Kgrs. considerada globalmente, y con una superficie aproximada de 1, 7 metros cuadrados, de color variable constituye un órgano complejo estructurado más o menos estratificado formando capas. Distinguimos la epidermis (capa más externa); la dermis y la hipodermis. Cada una de ellas a su vez se subdivide en otras diferentes entre sí, con características peculiares individuales. Concretamente nos centraremos en la más superficial, la epidermis.
En la epidermis distinguimos cuatro tipos de células (queratinocitos, células de Langerhans, células de Merkel, y melanocitos). Cada una posee una función distinta, pero nos centraremos en la más numerosa, el queratinocito, que se encuentra estructurado en cuatro o cinco capas a lo largo y ancho de la epidermis, variando su forma y composición en cada una de ellas. La capa más externa se denomina estrato córneo y es allí donde localizaremos nuestro “callo”.
La capa córnea es el resultado de la evolución celular desde la capa más profunda de la epidermis (estrato basal), pasando por los estratos intermedios, espinoso, granuloso y lúcido (sólo en palmas y plantas), hasta la superficie. Es decir, que un mismo queratinocito del estrato basal pasará por un proceso (proceso de queratinización) donde irá cambiando su forma (cada vez más plana) y su estructura (cada vez con menos órganos citoplasmáticos, cada vez mayor engrosamiento de la membrana celular y cada vez con mayor número de tonofilamentos), hasta alcanzar el estrato córneo. La duración del recambio epidérmico para las zonas de roce se estima entre 25 y 30 días, período que se alarga a 40 y 50 días en las zonas de la piel donde no encontramos roce.
En definitiva, al hablar de un callo (hiperqueratosis) estamos hablando de una zona de la piel cuya capa más superficial, epidermis, está aumentada en grosor a expensas de su estrato córneo, fruto de una aceleración en el proceso de queratinización de la piel.
¿Existen diferencias entre un callo (heloma) y una dureza (hiperqueratosis)?¿Son todas las hiperqueratosis iguales?.
Histológicamente no observamos diferencias importantes por cuanto en los dos casos hablamos de una hiperqueratosis ortoqueratósica. La diferencia estriba en la forma y extensión, puesto que mientras que un heloma (callo, ojo de gallo…) es pequeño, profundo y doloroso, la hiperqueratosis (dureza) es mucho más extensa, puede ser igual de profunda pero suele producir menos dolor. En cuanto al tipo de hiperqueratosis hemos nombrado la ortoqueratósica, pero hemos de diferenciarla de la paraqueratósica, aquella en la que el proceso de queratinización es tan elevado que encontramos células nucleadas en el estrato córneo, de manera que la estructura estratificada pasa a ser irregular formando pliegues, cuyo ejemplo podría ser la psoriasis. No incluimos en este apartado las verrugas plantares de origen vírico cuyo aumento del grosor de la piel se produce a expensas de la dermis, como consecuencia de una hipertrofia de las papilas dérmicas, siendo en muchas ocasiones indiferenciable a un callo atendiendo a la imagen macroscópica.
¿Sólo tenemos hiperqueratosis en los pies?
Evidentemente no. Existen otras zonas del cuerpo donde encontramos zonas hiperqueratósicas, preferentemente en zona de roce como palmas de las manos, codos, rodillas y otras más raras dependiendo de las circunstancias individuales. Lo que ocurre es que anatómica, funcionalmente y hasta socialmente el pie posee elementos, funciones y costumbres que le predisponen a la formación de hiperqueratosis. En unos pocos centímetros acumula 26 huesos, con sus correspondientes articulaciones, debiendo soportar todo nuestro peso, multiplicado por “x “cuando nos movemos, y en ocasiones lo hace embutido en un estrecho calzado. Este punto resulta interesante puesto que la finalidad de un calzado es la de favorecer la adaptación del movimiento de un individuo a las condiciones del terreno que debe pisar. Ese calzado fisiológico que debería sujetar, pero no apretar, que debería permitir el libre movimiento de los dedos, que debería respetar la transpiración de la piel y aportar estabilidad, flexibilidad y amortiguación, se convierte con excesiva frecuencia en un lugar estrecho y de apretado recorrido, inestable, axifisiante y correoso. Éstas son las condiciones idóneas para aumentar las posibilidades de rozamiento entre los distintos huesos entre sí y entre el propio pie y el calzado, sin olvidarnos que el pie constituye el último eslabón de la cadena cinética y que al soportar todo nuestro peso genera fenómenos de rozamiento excesivo en la superficie plantar.
¿Por qué ha vuelto a salirme este callo? ¿No será que la última vez me dejó usted una raíz?
Esta pregunta ciertamente interesante merece ser contestada con otra pregunta o reflexión:
¿Qué ha pasado en un punto de la piel, que se encontraba en perfecto estado, para que de repente, en un plazo de tiempo variable, apareciese por primera vez un callo? Y otra pregunta más:
¿Quién plantó la semilla que dio lugar a la raíz de ese callo antes de que saliese por primera vez?
Evidentemente lo que estamos buscando, tanto la persona que lo padece como el profesional que lo atendemos es la CAUSA del callo.
Hemos visto hasta el momento qué es un callo, pero porqué se produce y cuáles son los factores que determinan su aparición son los interrogantes que vamos a intentar aclarar. Se trata de cuestiones de difícil contestación de forma genérica, no por su complejidad, sino por la gran variedad de posibilidades, que hacen de cada heloma o hiperqueratosis una lesión individual que precisa de una observación y consideración particular.
Hemos comentado anteriormente que en las zonas de mayor rozamiento el proceso de queratinización de la piel se aceleraba. Esto se produce como consecuencia de la estimulación de los mecanoreptores de la dermis que envían información al sistema nervioso central, y este responde aumentando el proceso de queratinización de la piel para proteger una zona de la piel sometida a una presión excesiva. Si la velocidad con la se desprenden los queratinocitos completamente evolucionados es constante, pero aumenta la velocidad de afluencia de células evolucionadas como se ha explicado, el resultado es la acumulación de estas células en el último estrato de la piel. Se trata por tanto de examinar los factores que conducen a un mayor rozamiento.
En general, todos aquellos puntos del pie que deben estar sometidos a un espacio inferior al que necesitan por su volumen, implican mayor rozamiento en primer lugar entre ellas (ej. heloma interdigital) y en segundo término entre ellas y el calzado (ej. heloma dorsal de un dedo). Es en el antepié donde se localizan la mayoría de estas afecciones. Y es precisamente a ese nivel donde las estrecheces del calzado se hacen enormemente “preciosas”. La pala estrecha se convierte por lo tanto en una de las causas más frecuentes de la aparición de callosidades preferentemente en las articulaciones interfalángicas.
Pero no toda la culpa debemos relacionarla con el calzado puesto que hay personas que usando un calzado fisiológico presentan igualmente dichas afecciones.
Existe una gran variedad de patologías que producen deformidades en los pies en general y en el antepié en particular. Destacamos las de tipo degenerativo como la artrosis; infecciosas como las artritis infecciosas; inflamatorias como la gota, artritis reumatoide, síndrome de Reiter, etc.; metabólicas como la diabetes; circulatorias como la arteritis obliterante; neurológicas como pie cavo paralítico; congénitas como el pie zambo; traumáticas y yatrogénicas. Patologías que se traducen clínicamente en el pie en manifestaciones clínicas como Hallux valgus; H. Varus; H. Flexus; H. rígidus; Garra proximal o distal de los dedos; Supraductus; Infraductus; Quintus varus; Metatarsiano plantarflexionado; Sesamoideo hipertrófico; Desplazamiento de almohadilla plantar; Exóstosis y condromas; uñas incarnadas; etc.
Estas alteraciones conducen inexcusablemente a fenómenos de hiperpresión dando lugar a Hiperqueratosis plantar de primer radio, radios centrales, radios externos, así como a helomas dorsales, interdigitales, de pulpejo, peringueales, subungueales, IPK, etc.
La superficie plantar está teóricamente “diseñada” para que el peso del individuo se reparta por igual a través de los puntos de apoyo sin que existan gradientes de presión. Lo que el Podólogo constata diariamente en su consulta (favorecido por la aparición de nuevas tecnologías) es la alteración de este equilibrio con una frecuencia inquietante, de manera que en pequeñas áreas de superficie concentramos gran parte de peso de forma desproporcionada, favoreciendo la aparición de helomas plantares.
Otro factor a tener en cuenta es el hábito del individuo. Concretamente el número de horas que permanecemos de pie o caminando. Existen trabajos que obligan al individuo a permanecer muchas horas en estas circunstancias lo cual supone persé una predisposición para padecer hiperqueratosis.
Por último, debemos mencionar la edad. El progresivo paso del tiempo que afecta al organismo determina entre otras alteraciones, una disminución del tejido adiposo plantar que directamente supone una desprotección, fundamentalmente en el ámbito de las articulaciones metatarsofalángicas, que consiste en una insuficiente amortiguación fisiológica, con la aparición de fenómenos de hiperpresión consiguientes.
Por todo lo expuesto anteriormente, cuando un Podólogo se enfrenta a una hiperqueratosis son muchos los interrogantes que debe plantearse, pues de lo contrario se haría imposible hallar el origen del problema, pieza clave para la realización de un tratamiento eficaz.
En la fase de diagnóstico en la que nos encontramos y tras lo expuesto anteriormente, debemos tener en cuenta que la hiperqueratosis es la consecuencia de un trastorno, pero a su vez puede convertirse en causa de otra alteración al provocar una marcha antiálgica que para evitar pisar allí donde duele, trasladando el daño en niveles superiores.
El Podólogo cuenta hoy en día en sus consultas con elemento importantes para llegar a un buen diagnóstico. La observación directa del pie, tanto en descarga (pie sin apoyar) como en carga, así como en estática y dinámica son fundamentales. Para ello nos valemos del ojo clínico del profesional y del podoscopio o banco de marcha, análisis de las presiones plantares, de la superficie plantar, así como de la evolución del centro de gravedad mientras caminamos y en los últimos años, sistemas de análisis del movimiento y sus fuerzas correspondientes. La radiología, los análisis anatomopatológicos y microbiológicos completan los medios diagnósticos utilizados para llegar a la raíz (causa) del problema.
Una vez que hemos identificado claramente la causa de la hiperqueratosis, estamos en condiciones de realizar un tratamiento completo del problema.
El tratamiento del heloma, hiperqueratosis, tiloma, siempre va a consistir en la deslaminación de la hiperqueratosis superficial y/o enucleación del heloma. Para ello el Podólogo usa hojas de bisturí estériles de un solo uso para garantizar una limpieza de la zona y evitar desgraciadas infecciones y contagios. La deslaminación y enucleación son el tratamiento de elección que abarca mucho más que una simple clasificación de tipo estético. Siempre se intenta realizar la manipulación sin producir dolor, pero en ocasiones y debido a la profundidad excesiva de la lesión, así como el deterioro progresivo de lesiones muy evolucionadas en el tiempo, es necesario el uso de anestésicos locales para su eliminación.
Aunque es cierto que la deslaminación es indispensable también lo es que no es el tratamiento definitivo en muchas ocasiones sino sólo el primer escalón.
Consideración especial merece el uso de los callicidas. Los callicidas son unos fármacos que se distribuyen en farmacias y que el Podólogo desaconseja con rotundidad, porque con excesiva frecuencia debemos tratar en nuestras consultas las quemaduras que producen, además de terminar de extraer el heloma que no se eliminó. Los callicidas están compuestos de sustancias queratolíticas cuyo fin es eliminar el grosor aumentado de la piel. Estos productos aplicados exclusivamente en la zona dañada y habiendo protegido el resto de piel sana pueden en contadas ocasiones resolver el problema. Pero se corre el frecuente riesgo de que el callicida afecte a la piel sana ocasionado una quemadura, con el problema añadido de no haber eliminado por completo la hiperqueratosis.
La localización del problema es clave para la realización del tratamiento. Existen elementos ortoprotésicos que el Podólogo adapta a las condiciones peculiares e individuales de cada persona, a la que se llega después de un minucioso estudio y de una valoración integral.
En las ocasiones en la que el cambio de hábito de calzado es insuficiente; en las que la delaminación es efectiva pero poco duradera; o aquellas otras en las que el tratamiento ortoprotésico es insuficiente, se hace necesario recurrir a la cirugía podológica.
La cirugía podológica es un tipo de cirugía menor realizada con anestesia local, que resulta resolutiva en un alto porcentaje de casos y que suele permitir la incorporación del paciente a su actividad cotidiana con relativa rapidez.
Puede parecer extraño que de un simple callo puedan deducirse tantas cosas, pero esa es la razón de nuestra existencia como profesionales.